Saliendo del bucle puedo escribir. Mientras digo adiós puedo escribir y sonar cuerda, ascendente capricornio, con los pies en el suelo. Puedo hablar habiendo decidido, pero ¿el qué? Yo no he decidido nada que no sea borrar tu teléfono, cuyos números guarda mi subconsciente, uno detrás de otro, junto a dos o tres informaciones más, todas igual de irrelevantes. Hay cosas que no quise borrar pero que formaban parte del pack: un poema, algunas fotos y un par de notas de voz. He podido recuperar el poema, el resto ha sido reemplazado.
De joven pensé que este rasgo iría desapareciendo a medida que fuera ocupando mi espacio mental en otras cosas inminentes. Empecé a coleccionar trabajos, mudanzas, relaciones, películas tristes y terapias. ¿Era esto hacerse mayor? No lo sé. Pero igual hacerse mayor significa aceptar la obsesión como parte de tu vida, como manera de relacionarte con el mundo y las cosas que te atraen de él.
Aquellas a las que la obsesión no ha tocado con su (des)gracia os digo: el mundo está plagado de mentes insaciables capaces de crear películas a toda prisa, irrealidades en las que podría perfectamente vivirse, universos enteros en los que vosotras habitáis sin saberlo. Dejadnos ser amables y desequilibradas, entended el aburrimiento que supondría dejar de alimentar las ilusiones que a su vez nos alimentan a nosotras y aceptad, sin tanta sorpresa a todas horas, la diversidad de inteligencias emocionales que coexisten en el mundo, en el mío y en el vuestro, válidas todas ellas, unas justo al lado de las otras.
Y digo esto porque me siento, una vez más, incapaz de verbalizar las tramas que ocurren en mi mundo fantástico. Cuando llaman al timbre, una película. Cuando suena el teléfono, otra. Y cuando miro si llueve. Y cuando pienso en coger un autobús. Y cuando la distancia es mínima pero nadie lo sabe pero todas lo intuimos. Y cuando me pongo enferma. Y cuando me aprendo de memoria cada acontecimiento exacto gracias al Muro. Y cuando pronuncio tu nombre en mi cabeza y sigue sonando igual de impoluto que el primer día y, a la vez, del todo perverso.
Vomitar la obsesión es vomitarte. Y estoy a una arcada de sacarte por completo.