Aug 22, 2009

1 vivencia casual

El otro día conocí a María. Fue un encuentro efímero, casual, incluso algo surrealista. Me preguntó a qué hora salía el tren en dirección a Barcelona-Sants y una vez resuelta la duda me dijo que tenía unos ojos feos, así, directamente en mi cara, que se me debió quedar digna de instantánea fotográfica. Respondí con media sonrisa, aún sorprendida por sus palabras, y desvié la mirada a cualquier punto indefinido que ahora no recuerdo. La mujer se puso a hablar. Me contó el motivo que la había traído a mi ciudad (un concierto de Al Bano Carrisi), en qué había aprovechado sus ratos libres, dónde se había hospedado, qué tipo de transporte había utilizado durante su estancia y varias cosas más a las que yo respondía con monosílabos intencionadamente amables. El tren venía con retraso, lo que me obligó a permanecer una hora más de lo previsto al lado de María, que seguía contándome sus aventuras de fin de semana. Los primeros quince minutos me sentí incómoda debido a mi extrema timidez, que no parecía encajar del todo con su desenvoltura verbal. A la media hora ya me sentía capaz de aguantarle la mirada más de cinco segundos (inusual en mí ante cualquier desconocida/o). En fin, acabamos compartiendo asiento hasta Gerona, lo que nos mantuvo media hora más enfrascadas en la conversación que habíamos empezado con cierto resquemor, casi dos horas antes, en la estación de Renfe. Me habló de su marido, de sus hijos, de su vida en Barcelona, y de cosas aparentemente supérfluas. Pero cuando acerté a mirarle a los ojos más de diez segundos seguidos, pude ver ése ímpetu, esas ganas de vivir, y ésa fuerza, aunque también esos sesenta años ya vividos, o quizá sólo existidos. Me alegré mucho por María, aunque no tanto por mí. Me atrevería a decir que sentí cierta envidia al ver en esa mujer todo lo jovial que a mí me falta. Ése ímpetu, esas ganas de vivir, y ésa fuerza.

2 comments:

ANEURYSM