Aug 1, 2016

wet sunday

Ayer lloré. Ayer lloré mucho. Ayer lloré como hacía días, semanas, incluso meses que no lloraba. Y lo mejor (o lo peor) es que no sabía por qué lo hacía. Lloré después de desayunar. Lloré entre capítulo y capítulo de Mr. Robot. Lloré mucho después de ver una película de terror. Lloré por dependencia. Lloré desesperadamente, de rodillas, llenando de mocos el sofá. Caminé por la casa durante horas dándome golpecitos en el pecho, pellizcándome los brazos. Lloré tirada en la cama acariciándome los colmillos. Porque eso es lo que hago. Y te llamé. Y te escribí. Y me asomé a la ventana siete veces. Pero tú no estabas. Pensé en bajar a la calle pero llevaba demasiadas horas sin comer y no me sentía con fuerzas. Solo podía llorar y deambular. Intenté leer y no pude concentrarme. Volví a llamar pero seguías sin estar. Me tomé una pastilla para dormir. Volví a deambular. Al rato me tomé otra y apagué todas las luces de casa, cerré bien fuerte la ventana e intenté dormir. 

(...)

Sentí la vibración.
Aún no había conseguido dormir.
Bajé a esperar que vinieras a buscarme.
A los 29 minutos crucé la calle y ahí estabas. 

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