Hacerme un agujero en la barriga del tamaño de una nuez, y hurgar profundamente con una cuchara. No, mejor con un tenedor. Arrancarme la piel de los dedos hasta la muñeca, a tiras, suavemente. Caminar sobre chinchetas, o sobre clavos estacados en el suelo, boca arriba, ávidos de sangre de mí, solo de mí, la inocencia genuina. Ver todas tus fotos, una detrás de otra, recordar esos momentos a tu lado, ahora como arañas entrando por mi oreja, por mi ombligo, por mi nariz. Despejar la pared de tus dibujos sin verlos, no puedo verlos, no logro verlos, solo los recuerdo. Despertar de pronto y que todo sea mentira sería mi último y único deseo. Nunca más volvería a pedir nada, sería injusto. Si tu no me querías yo tampoco, yo te adoraba, te admiraba; yo te quiero como no he querido ni a mi madre, ni a mi padre, ni a mí misma.
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